Conocernos a nosotros mismos nos permite mejorar las relaciones con los demás, ya que, conocer y controlar nuestras emociones nos permite ser conscientes de lo que sentimos y de cómo y cuándo actuamos.
En base a lo anterior, entender lo que sienten otros está mucho más a nuestro alcance de lo que pudiera parecer desde un enfoque puramente conductual, siempre que queramos trabajar para descubrirlo. Más aún, podemos conseguir incrementar nuestro conocimiento de los demás hasta el punto de empatizar con ellos, creando de esta forma mayores y mejores lazos de relación a nivel emocional.
Pero ¿podíamos llegar a imitar totalmente las emociones de los demás?¿podríamos llegar a crear un patrón característico que fuera posible duplicar por otros?
Sabemos que en el caso de los humanos ambas preguntas tienen una respuesta afirmativa y además son características de nuestra actividad emocional y neuronal en las relaciones interpersonales. Por ello, replicar estos patrones de forma artificial está más cerca de lo que pensamos.
Algunos estudios y proyectos de investigación están trabajando en el campo de las redes neuronales artificiales, como citan los artículos “Los robots ya pueden aprender igual que los niños” y “Las máquinas aprenden ya como los humanos”, publicados en la web de la Fundación para el Conocimiento madri+d, desarrollando algoritmos y programas que doten a los robots del conocimiento necesario para poder imitar el comportamiento humano desde el ámbito del aprendizaje (machine learning)…¿tal vez cómo antesala del aprendizaje del comportamiento emocional?
Estamos ante el inicio de una nueva realidad de convivencia entre personas y máquinas, ya no es sólo un guion cinematográfico, una convivencia que además se podrá entender como más “normal”, debido a que tendremos frente a nosotros robots que imitarán el comportamiento humano más fielmente (sí….tu comportamiento), con todos los matices que aporta el ámbito de las emociones, es decir, que podremos llegar a empatizar con las máquinas.
¿Será posible que exista el fenómeno de contagio emocional con una máquina? Tal vez este fenómeno parezca a priori algo fuera de lugar en este tipo de relaciones persona-máquina, pero parece lógico pensar que sería mucho más “agradable” que esas relaciones tuvieran un componente emocional alto, de cara a mejorar el grado de satisfacción de ambas partes en dicha relación (aunque en este caso la repercusión hacia la parte robótica no sé tendría en cuenta en términos de satisfacción, sino únicamente como proceso de mejora continua del algoritmo utilizado para el aprendizaje del robot).
Daniel Goleman estableció en su libro Inteligencia Emocional que los cinco componentes principales de este tipo de inteligencia son: autoconocimiento, autocontrol, motivación, empatía y competencias interpersonales. Sí tenemos “equipos” tecnológicamente preparados para analizar, evaluar y reaccionar conforme a patrones tipo de comportamiento humano, podrían llegar a simular actuaciones concretas de forma consciente, podrían controlar el momento y el tipo de reacciones, podrían establecer puntos críticos para utilizar determinadas herramientas en cada momento, conseguirían mejorar la “conexión” en la relación con los demás gracias a protocolos de imitación de comportamiento y por extensión podrían desarrollar mejores competencias en las relaciones interpersonales.
Por todo lo anterior, puede que estemos en presencia del inicio de una nueva forma de inteligencia actualizada y mejorada tecnológicamente, la inteligencia emocional artificial, concepto que, desde un punto de vista más humano, no es raro que “ponga los pelos de punta” solamente de pensar en su trascendencia para nuestras vidas.
Imagen de la película «Autómata» (A Contracorrientes Films)