La estrecha relación entre la persona, el equipo y el negocio se comprueba en la evolución que estos tres factores presentan a lo largo del proceso de transformación de las organizaciones, los cuales mantienen un eje común de desarrollo.
La estrategia corporativa define la estructura organizativa, que evoluciona atendiendo a diversos enfoques y otros factores, entre ellos, la cultura empresarial, los factores externos de mercado y clientes, así como el modelo de trabajo que desarrolle el equipo interno de la empresa, pero en todo caso la estructura debe estar diseñada de manera que pueda adaptarse a la evolución de dichos factores, para que los cambios que se lleven a cabo optimicen el rendimiento corporativo.
Todos estos cambios provocan nuevos modelos y procedimientos, que generan nuevos equipos de trabajo, los cuales deben adaptar tanto sus actividades personales como las relaciones con los demás, para lograr los objetivos que la organización determine, sin que dichos cambios alteren significativamente la producción y productividad de las empresas, de forma que no afecten al crecimiento de las mismas, lo cual determina una necesaria planificación que en muchos casos no está desarrollada suficientemente (bien).
Esta necesidad de crecimiento y cambio es la causa de muchos de los problemas de interrelación de las personas en sus equipos de trabajo, los cuales es habitual que no estén debidamente diagnosticados, ya que más allá de entender las nuevas directrices como una metodología para la mejora, los trabajadores la sienten como una presión adicional en su labor diaria, porque en muchos casos la inmediatez de resultados pretendida implica dejar de lado la metodología correcta de desarrollo de las nuevas habilidades que los trabajadores necesitan para aplicarlas a los cambios.
La necesidad de un alineamiento entre la persona, el equipo y el negocio, pasa por la definición clara de la visión, misión y valores de las organizaciones y la comunicación de los mismos a toda la organización, de forma que se genere una cultura empresarial en la cual todos los componentes se sientan incluidos y marque unos objetivos generales comunes a todos ellos, que favorezcan que se sientan conectados entre sí e involucrados en un proyecto común.
Por tanto, desde la unidad representada por la persona, hasta el concepto global de negocio, pasando por los distintos grupos y colectivos que conforman el equipo, es imprescindible que exista una columna vertebral que ofrezca un soporte dinámico, una vía de intercomunicación y una guía del crecimiento y el desarrollo de todos los componentes de la estructura corporativa. Esta columna está formada por las distintas estrategias que las empresas desarrollan, a modo de vértebras, las cuales protegen en su interior la médula espinal de la organización, su cultura empresarial.