El éxito de un proceso de coaching se basa en generar conciencia y responsabilidad en el coachee, más allá de buscar soluciones a todos los problemas, se trata de que el coachee descubra el potencial que tiene para lograr los objetivos que se plantee.
Esta afirmación, extraída del libro de Sir John Whitmore “Coaching”, nos acerca al concepto de que todo se basa en un compromiso fundamental por parte de coach y coachee, el primero en ayudar a su cliente en ese proceso de descubrimiento y el segundo en aportar todo el trabajo y esfuerzo necesarios para lograr dicho objetivo, pero ¿qué pasa cuando avanza el proceso y el coachee comprueba que hay mucho más de lo que esperaba?
No es raro que el proceso cambie cuando el coachee evidencia la realidad de la potencia de esta herramienta, la cual le hace, entre otras cosas, proponerse nuevos retos personales. Es en ese momento en el que el proceso evoluciona hacia lugares que a priori no querían ser visitados, tal vez por incredulidad del propio protagonista o por miedo a profundizar en aguas de las que no tenía claro que supiera salir.
La nueva fase del proceso no es realmente nueva, es una evolución de la inicial, ya que aunque en el inicio del proceso se haga patente por parte del coach la confidencialidad del mismo y su potencial para trabajar en un amplio abanico de posibilidades, el coachee debe explorar en sí mismo, debe convencerse de que es capaz y de que se encuentra en un entorno seguro, en el cual puede aprovechar para cruzar todos los límites que hasta ahora tenía marcados, en base a la seguridad de contar con un guía que le acompañará en el camino de vuelta.
Es posible que esta exposición de un proceso de coaching genere más confusión que claridad, para el que no conoce esta metodología, pero esa es una de las características que lo hacen más atractivo.
Para todos los que no saben si el coaching es para ellos, o nunca se lo han planteado, tal vez les ayude el símil que utilizo con coachees en algunas ocasiones, para que se hagan algunas preguntas que les ayuden a decidirse por “otros caminos”…..
Todo empieza por pensar en ese abrigo que tanto nos gusta ponernos, el que utilizamos casi a diario, porque creemos que es el que mejor nos queda y por el que todos nos reconocen.
Un día cualquiera, nos ponemos nuestro abrigo y notamos que hay algo que nos “pica”, no es una molestia importante (o tal vez sí), pero no nos deja llevar el abrigo de una forma cómoda y nos hace estar diferentes, incómodos, molestos, hasta enfadados y todos a nuestro alrededor de una forma u otra lo perciben.
No entendemos porqué nuestro abrigo de siempre se ha convertido en una molestia y no parece que sea un problema de todo el abrigo, es sólo un pequeño pedazo del mismo que antes era perfecto y ahora parece no ajustarse como siempre a nosotros, pero por más que lo miramos y lo revisamos, de la forma en la que estamos acostumbrados a hacerlo, no logramos ver nada extraño.
¿Y si es hora de mirar desde otro punto de vista?, tal vez la respuesta esté en el método de búsqueda.
Puede que este símil ayude a decidir si el nuevo método de búsqueda es el coaching o puede que enturbie más aún el camino hacia la decisión de utilizarlo como alternativa, muchas veces la elección tiene que ver con la intensidad del “picor” que sienta cada uno, con las ganas de conseguir acabar con él o incluso con ambas.