Visualiza el sexto minuto

el sexto minuto¿Qué daríamos por conocer el futuro, aunque sólo fuera el inmediato?  ¿Cómo afectaría a nuestro comportamiento antes de una reunión, entrevista, relación, discurso o negociación?

Y tal vez lo más importante… ¿cómo nos afectaría emocionalmente?

Establecer qué hacer en cada momento de nuestra vida, partiendo del conocimiento previo de las consecuencias que conllevarán nuestras acciones, no representa gran peligro, ni supone a priori mucho esfuerzo. Por tanto, seguro y simple pueden ser los dos adjetivos más apropiados para definir este escenario idílico.

Para el resto de casos, en los que no se conoce el futuro, ni el inmediato, la toma de decisiones es un hecho que conlleva un riesgo, ya que las circunstancias derivadas de tales decisiones pueden ser muy distintas a las esperadas, lo cual hace que en muchos casos sea sumamente difícil decidir. Por tanto, en contra de lo anterior, inseguro y complejo es como se puede definir este escenario, más común, en el que se deben tomar la mayor parte de las decisiones, en el cual se ve reducida notablemente nuestra capacidad y destreza de actuación, por la tensión interna que genera dicho escenario.

¿Y si planteamos un escenario futuro y actuamos en base a sus características? ¿Y si planteamos varios? Tenemos experiencias de vida suficientes como para determinar los escenarios más factibles y sabemos que los primeros minutos son en los cuales las tensiones internas, provocadas por la inseguridad y la aparente complejidad de conseguir nuestros objetivos, hacen que nos mostremos y comportemos de forma distinta a la que realmente somos, lo cual además de imposibilitarnos actuar a nuestro máximo nivel de competencia, afecta a la opinión que nuestro interlocutor tendrá de nosotros, poniendo en peligro las posibilidades de éxito a largo plazo.

¿Y si visualizamos como sería el 6º minuto a partir de nuestra primera decisión? Puede parecer ingenuo plantear la posibilidad de definir un futuro a nuestro antojo, pero hay que recordar que no sabemos si será o no así.

Teniendo en cuenta que los posibles escenarios futuros generados se han planteado en base a experiencias propias y a la información que hemos recabado del entorno, a priori los convierte en factibles, por tanto, ¿quién puede asegurar que no tendremos razón?

Se pueden establecer muchos aspectos positivos de plantear escenarios futuros de forma consciente, sobre los que evaluar las posibilidades de actuación, como por ejemplo:

  • Poner en valor la información que actualmente se tiene de cada situación, que normalmente es más de la que estamos acostumbrados a analizar
  • Analizar posibles alternativas a las conocidas y “esperadas”, que amplíen nuestro conocimiento y experiencia
  • Evaluar las fortalezas y debilidades de los protagonistas en cada uno de los escenarios planteados, que nos muestra su imagen real
  • Establecer las posibles estrategias de actuación en función de los probables resultados obtenidos en cada caso
  • Definir un plan de acción para los escenarios más factibles y las pautas que marcarán los posibles cambios de actuación de la otra parte
  • Y lo más importante…conseguir una experiencia personal muy próxima a una vivencia de los escenarios planteados, que nos aporte un entorno “seguro y simple”, a la vez de prepararnos para las posibles circunstancias positivas o negativas que provoquen nuestros actos

A partir de este momento, el futuro incierto tiene varias posibilidades que son conocidas, lo cual aporta un grado de seguridad que antes no existía, que a su vez transforma el modelo de actuación de la persona, dotándole de un grado de tranquilidad mayor. Es decir, este planteamiento modifica y mejora la forma de acometer una labor desconocida, disminuyendo el grado de inseguridad generado por la incertidumbre.

Un escenario que puede servir de ejemplo es una negociación con un nuevo cliente, que implica dirigirse a una persona o un grupo de desconocidos, en un entorno distinto y en muchas ocasiones fuera de nuestro control. Establecer los posibles escenarios, analizarlos y evaluarlos con detenimiento, descubrir las debilidades que pueden generar nerviosismo o inseguridad y buscar posibles alternativas para que no afecten al resultado, son en conjunto un entrenamiento personal de gran ayuda para mejorar nuestra competencia en esos aspectos, en la parte más importante, los primeros minutos.

Por tanto, una vez “vividos” los primeros cinco, hay que visualizar el 6º minuto, empezar la reunión, entrevista, relación, discurso, negociación, etc., como si ese primer periodo ya hubiera pasado, comportarse como lo haríamos en ese momento si todo hubiera sucedido según uno de los planes entrenados y recabar la información que a partir de ese momento obtengamos para modificar nuestra conducta en función de los nuevos datos, ahora reales, que nos llegan.

El bloqueo emocional que supone enfrentarse a lo desconocido motiva un estado anímico que condiciona nuestra conducta, es decir, nos hace diferentes, al menos al principio. Por tanto, si conocemos un método de mejorar esa situación ¿por qué no utilizarlo? Todo lo que puede pasar es que ofrezcamos una imagen personal más próxima a la realidad.

Y además, mientras sucede todo esto, pasan los minutos…..y llegamos al 6º, en el que estaremos más tranquilos, nos mostraremos como somos y podremos desarrollar todas nuestras competencias para conseguir el mejor resultado, porque todo será “seguro y simple”.

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