El 71 % de los líderes dicen que están bajo una presión cada vez mayor para sacar más provecho de sus equipos, reducir el desperdicio y aumentar la productividad, según un informe de Slack.
Seguro que esto nos suena, pero la pregunta es ¿cómo medimos cada uno de nosotros si la productividad es mayor o menor?
Thomas Alva Edison dijo:
“No he fracasado. He encontrado 10000 soluciones que no funcionan”
Esta declaración, unida a los indicadores habituales de productividad, nos indica que los ratios de productividad y aportación a resultados del Sr. Alva Edison podrían evaluarse como nefastos. No sería raro que 71 de los 100 líderes del estudio anterior decidieran despedirle.
El nuevo paradigma de productividad tiene más que ver con el valor aportado que con el trabajo realizado al menor coste posible, aunque la relación entre ambos es alta, no es lo mismo.
En la mayor parte de los casos, únicamente estamos (y nos están) midiendo y evaluando la aportación de valor mediante indicadores de productividad, es decir, trabajo realizado en una unidad de tiempo o con un determinado gasto de recursos y eso, lejos de ser la mejor forma de hacerlo, es precisamente la peor decisión que podemos tomar.
Es indudable que la mejora en la gestión de datos nos aporta muchos beneficios, entre ellos, facilita el acceso a la información crítica, permite cruzar información para obtener nuevos puntos de vista, organiza y estructura la información, etc., pero si los indicadores que utilizamos son incorrectos, la gran capacidad de la herramienta origina un grave problema, ya que se toman decisiones basadas en los resultados medidos, que sí son consideradas correctas.
En nuestro acelerado día a día, lleno de indicadores y poco tiempo para evaluarlos, pocas personas se paran a pensar de dónde sale el dato, normalmente, si es malo, se actúa en consecuencia, porque está justificado ¿no?
Sabiendo esto, comienza la perversión del sistema…del miedo a la falta de productividad.
Algunos de los cambios de la nueva era de trabajo híbrido han traído consigo nuevas modalidades de “gestión de la productividad”, siendo el monitoreo de la actividad de los trabajadores una de las más extendidas, con herramientas que analizan las pulsaciones de teclas, la actividad del ratón, el número de horas en conexión, número de correos electrónicos enviados y un sinfín de indicadores que nos aportan datos para determinar cuánto trabaja una persona y en qué.
Pero seguro que no asombra saber que los empleados encuestados reconocen que están gastando una media del 32% de su tiempo en hacer gestiones para aparentar que son productivos.
“Pueden contar el número de veces que tecleo, pero no sabrán si lo que escribo sirve más o menos, hasta que no lo lean”
La aportación de valor de las personas es el nuevo paradigma con el que trabajar si realmente queremos tener la información correcta de la evolución de la organización como sistema, aunque posiblemente sea uno de los grandes desafíos para las organizaciones y sus líderes, de cara a lograr establecer los indicadores correctos con los que evaluar dicha evolución.
Según un estudio de Deloitte, el 79 % de los líderes está de acuerdo en que su organización tiene la responsabilidad de crear este tipo de valor para los trabajadores como seres humanos, aunque sólo el 27 % de los trabajadores está totalmente de acuerdo en que su empresa está progresando en este sentido.
La buena noticia es que la actitud es la idónea para revertir la situación actual y reenfocar los esfuerzos, pero la “otra” noticia es que, mientras estás leyendo estas palabras, los indicadores incorrectos siguen recopilando datos y puede que tu nivel de productividad en los últimos dos minutos se haya reducido.
¿Qué vas a hacer al respecto? Puedes invertir en revisar tu modelo de evaluación de la productividad o seguir leyendo datos, #tueliges